22 de julio de 2017
Iñaki Rossi (28) y Manuel Fernández (30) no pensaban convertirse en noticia. Al contrario, estos dos primos buscaron pasar inadvertidos, desprenderse de títulos, arraigo y afectos y partir hacia tierras lejanas para encontrarse, tal vez, consigo mismos. Sin embargo, ser los primeros tandilenses en atravesar Europa y África en bicicleta llevó su historia a los medios, quizá porque el sueño de alejarse de la rutina está más extendido de lo que podría suponerse.
Un año y medio atrás, mientras estudiaba en Mar del Plata, Iñaki se preguntó por qué había elegido seguir una carrera universitaria, qué lo había llevado a mudarse y cuánto más aguantaría. En otro punto del continente, en Nueva York, donde trabajaba en un estudio de arquitectura, Manuel se hacía los mismos cuestionamientos. Un día, uno se animó confesar un íntimo deseo: dejar todo y hacer un viaje sin rumbo fijo. No fue difícil animar al otro para que se sumara.
La travesía arrancó en la ciudad estadounidense, punto de encuentro fijado para partir hacia Alaska. Ambos querían iniciar la aventura conociendo los escenarios naturales de "Into the wild" ("Hacia tierras salvajes"), la película dirigida por Sean Penn que narra la historia de un joven que elige abandonar su ciudad para vivir en contacto con la naturaleza. Desde allí viajaron rumbo a Amberes, en Bélgica, la tierra donde nacieron sus abuelos. Fue entonces cuando Iñaki convenció a Manuel de comprar dos bicicletas y empezar a transitar los caminos de Europa.
Pedaleando cruzaron Luxemburgo, Alemania, Holanda, Francia y España hasta llegar al Mediterráneo. Frente al mar, enfrentaron la decisión más audaz del viaje: cruzar a tierra africana. Lanzados a la aventura, se animaron. Una veintena de países con costumbres e historias desconocidas los esperaban. Visitaron decenas de ciudades. A veces durmieron en carpa, otras en casas de familia; en algunas contaban con la comodidad de un colchón y en otras ni siquiera había energía eléctrica. Así recorrieron 20 mil kilómetros, hasta que llegaron a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, a principios de este mes.
La travesía dejó en ellos miles de imágenes, recuerdos y anécdotas que despiertan la curiosidad de cualquiera que no imagina encarar el mismo plan ni siquiera en sueños. Sin embargo, más intriga genera saber qué los impulsó, por qué decidieron tomar distancia, qué necesitaban buscar y por qué esas respuestas no estaban en los lugares conocidos.
El diálogo que sigue va más allá de lo anecdótico; intenta conocer cómo piensan dos trotamundos que se lanzaron a lo desconocido para encontrar la hoja de ruta del trayecto más difícil: el camino hacia uno mismo.
¿Tenían ganas de volver?
Iñaki: A lo último sentíamos que el viaje había cumplido su etapa. Yo tenía ganas de estar en un lugar fijo por más de un par de días, tener la misma cocina y el mismo baño (ríe). Y tenía ganas de ver a mi familia y a mis amigos.
¿No se sienten un poco extraños en la ciudad?
Manuel: Es un poco raro, sí. Pero está bueno volver a ver a la familia, estar acá tranquilo. En mi caso, no termino de caer que estoy en Tandil.
¿De quién fue la idea de hacer el viaje?
I: En realidad fue medio de los dos, ambos teníamos ganas de hacer un gran viaje y siempre de chiquitos lo habíamos hablado. No había una idea preestablecida de cruzar Europa y África en bicicleta, se fue gestando a medida que nos fuimos moviendo. En realidad, el viaje arrancó con mochila y guitarra y pasó a bicicleta.
¿La guitarra como acompañamiento o para ponerse a tocar si se quedaban sin dinero?
I: Exactamente. Nos fuimos con la idea de ser artistas profesionales (ríe otra vez) y terminamos siendo ciclistas. El viaje fue abrir un poco las alas y dejarse llevar por lo que iba pasando.
¿Dónde empezó el recorrido?
M: Nos encontramos en Nueva York. Yo estaba trabajando por un tiempo allá como arquitecto en un estudio de Manhattan pero no quería extender el contrato, me sentía agobiado. Una vez me llamó Iña y me dijo: "Manu, hagamos un viaje, quiero terminar de estudiar y quiero conocer". Entonces le avisé al manager que no iba a seguir y así arrancó esta aventura. No sabíamos bien adónde íbamos a ir.
¿En tu cabeza ya estaba la idea de hacer un viaje?
M: Con Iña siempre quisimos pero nunca lo llevamos a cabo. En mi cabeza estaba la idea y justo se dio en el momento que estaba un poco saturado. Me llamó en un momento ideal. Los dos somos jóvenes, no tenemos compromiso, es una persona que conozco, a los dos nos gusta viajar y sabíamos que nos íbamos a llevar bien. Ése fue el primer pensamiento. Entonces me dije: "Lo hago ya".
Ustedes son primos, ¿por qué se te ocurrió que fuese tu compañero de viaje, Iñaki?
I: Porque tiene más experiencia que yo viajando y porque siempre habíamos hablado de hacer un viaje juntos y veía que nos podíamos llegar a llevar bien. Tenemos personalidades distintas y eso nos ayudó, yo soy más espontaneo y él es mas de llevar un plan.
¿Y por qué surgió en vos la idea de encarar este viaje?
I: Yo estudié Psicopedagogía en el ISER y me fui a estudiar Psicología a Mar del Plata, llegué hasta mitad de año y ahí tuve una crisis personal, entonces decidí llamarlo a él.
¿A qué se debió esa crisis?
I: Las crisis no se manifiestan de un día para el otro, se van gestando. Pero estaba en un momento en el que sentía que no estaba haciendo lo que quería con mi vida. Estudiaba por mandato o por la idea de que estudiar era el camino que había que seguir, pero sentía que había un mundo afuera que me estaba perdiendo y tenía el deseo de descubrirlo. Yo me la pasaba mirando fotos y escuchando historias de viajeros. Lo que hice en un momento fue sincerarme conmigo mismo y reconocer que no quería eso, a pesar de era un momento difícil porque ya había alquilado un departamento y había hecho la mudanza. Pero a veces hay que mirarse de frente y sincerarse. Lo llamé a Manuel, le conté el proyecto, le gustó, pusimos una fecha y arrancamos.
¿La idea original cuál era?
M: Fue muy distinta a lo que pasó después. La idea era encontrarnos en Nueva York y bajar hasta México como mochileros, juntar plata como fuese y seguir hacia Argentina.
¿A vos te interesó ese plan de entrada?
M: A mí me interesó, yo había estado en México trabajando y me había gustado mucho. Pero al final cambió el itinerario.
Cuando lo pensaron, ¿a quién se lo contaron primero?
I: Primero me lo conté a mí mismo, que es el momento que tiene más valor. En los proyectos de cualquier persona, el momento más importante es cuando uno toma conciencia de que eso que venía pensando lo puede realizar y lo toma en serio. Después, creo que la primera persona que lo supo fue un primo de Tandil.
¿Qué te dijo?
I: Que estaba completamente loco, pero si era mi locura y era lo que yo quería, me iba a apoyar, aunque él no haría lo mismo.
¿Y en tu caso, a quién se lo contaste?
M: Se lo conté a mi hermano y me dijo: "¿Por qué lo hacés? ¿Por qué no te instalás de una vez?" Pero mis hermanos saben que me gusta viajar, más con gente que conozco, y lo aceptaron.
Cuándo se encara un viaje así, ¿se hace con la intención de conocer o de largar todo?
M: Ambas cosas. Largar un poco, renovarse, conocer. Te ayuda a tener una perspectiva de lo que estás haciendo y a cambiar la rutina, más aún cuando una persona está muy saturada, como era mi caso, no tanto por el trabajo, donde me llevaba muy bien con todos, sino por el ritmo de la ciudad, por el stress de tomarme un montón de subtes. La ciudad va a mil, tenía mucho laburo y quería otra cosa, por más de que es prestigioso estar ahí. Cuando le decía a la gente: "Me voy", me contestaban: "¿Para qué? Estás bien en un lugar, tenés muchas posibilidades". Pero no, yo quería otra cosa.
¿En ningún momento dudaron?
I: Sí, en mi caso sí. En ese momento escuchaba más a la gente que me rodeaba y era como una idea loca truncar un proyecto de estudio por irme sin saber adónde y con poca plata. Eso me generaba una crisis, un replanteo. Pero gracias a Dios, nos mantuvimos firmes con la idea.
M: En mi caso no dudé, soy bastante duro de cabeza cuando me planteo algo y en mi familia me conocen por terminar haciendo lo que quiero. Puse las cosas en la balanza, analicé mi edad y el momento que estaba pasando en mi vida y me dije: "Es ahora o nunca". Entonces no me surgieron muchas dudas.
¿Qué les permitió aprender este viaje?
I: Mucho. Cuando uno se despoja de las comodidades, se encuentra más vulnerable y se conecta más rápido con la gente. Aprendés de la generosidad de los demás, aprendés a pedir ayuda, a ver cómo se vive una realidad completamente distinta a la tuya, a valorar lo que tenés, a tener perspectiva, a querer más a tus afectos. Ves el mundo con otra mirada, con otra sensibilidad. entendés que vivís una realidad que no es la única y eso no quiere decir que una sea mejor que la otra, sólo son distintas.
M: Me permitió aceptar que existe lo diferente y que eso diferente está bien. Eso ayuda a aceptar al otro, a no mirarlo de una manera rara.
¿Te cambia la cabeza un viaje así?
M: Te abre bastante.
I: Completamente. Yo por lo menos no volví siendo el mismo que antes.
Encarar una aventura como ésta implicará tener muchas preguntas, ¿vinieron con alguna respuesta, alguna certeza?
I: Voy a decir algo raro: de lo único que estoy seguro es de que nos vamos a morir y lo único que tenemos es tiempo, entonces al tiempo lo tenemos que aprovechar lo mejor que podamos haciendo las cosas que nos gustan. Ésa es la única certeza que traje.
M: El viaje me ayudó a no criticar a las personas, algo que hacía antes por falta de conocimiento. Esto me ayudó a ver que hay gente muy buena en todos lados.
Y de ahora en más, ¿qué?
M: En un principio, buscar estabilidad y un trabajo.
I: Mi idea es tener la cocina y el inodoro en el mismo lugar por un tiempo. Esto significa instalarme un tiempo acá en Tandil, en la casa de mis padres, rodeado de mi familia, y trabajar. Y después, completamente abierto a lo que pueda llegar a venir. Pero un poquito de estabilidad ahora se necesita.
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