Opinion. ¿Número...?

Difícil es establecer cuál debe ser el tránsito hacia el progreso en una ciudad del interior como es Tandil. Hoy en día, cuando muchas veces "progresar" significa volver a lo natural, asolearse, escuchar el canto de los pájaros y aprovechar de lo que el Supremo dejó para nosotros en estos lares, tal vez no veamos cómo grandes industrias suburbanas fabrican incansablemente elementos que tercian entre nosotros y la tecnología.

Cuando uno tiene más de cincuenta, se tiene -además de años- perspectiva; y puedo decir que mientras transitaba infancia, adolescencia, juventud y madurez, pude ver cómo también Tandil creció conmigo, con mis hijas y ahora sigue creciendo con mi nieta.

Tengo que aclarar que no tengo el honor de ser oriunda, pero como mi llegada al pago fue a temprana edad, puedo decir que mi localía no se discute. Cuando arribé a las sierras no existía el teléfono "automático" como hoy lo conocemos y la operadora mediaba entre quienes deseaban ponerse en contacto, seguramente tejido en mano, iniciando la comunicación con un:" ¿número?" que la profesionalizaba en la tarea, a lo que uno contestaba: "Buenas tardes Haydee, el 34 por favor...", porque uno era un chico educado, bien aprendido y porque posiblemente doña Haydee era la tía de algún compañero de la escuela.

La cuestión es que Haydee conocía las historias más íntimas de todo nuestro pueblo. Matrimonios con problemas, engaños, estafas y estados de salud. Recientes amantes que entre suspiros y promesas, entre un "te quiero" y un "te adoro", escuchaban la seca tos que le venía a Haydee durante el inclemente invierno, porque eso también hay que decirlo: inviernos eran los de antes. La tía Haydee, tenía más información que "el Eco" y "La Nueva Era" juntos. Si uno quería saber algo de primera mano no tenía más que levantar el pesado tubo negro y al escuchar el infaltable: "número" y consultarla:

- Dígame Haydee ¿no sabe si el Dr. Fort está atendiendo?

- El doctor tomó el tren para Buenos Aires ésta mañana, se fue con la señora ... (Ella siempre daba información de más, mejor que sobre...)

- Ando con Carlitos con fiebre y tengo miedo que me haga un falso crup, vio. Los críos siempre hacen lo mismo, esperan que el médico no esté en Tandil para levantar fiebre....

- Mire, no se haga problema, cualquier cosa me avisa y la comunico con el Dr. Cereseto que ya llegó a su casa, es médico de señoras...pero bueno, si el pediatra no está... (Haydee, manejaba palabras técnicas, era, como decía mi mamá, una "enterada")

- Demientras, ponga sobre la estufa un jarrito con agua y hojas de "ucalito", y hágale fomentos al nene, para que se le aflojen los mocos... ( Haydee también recetaba).

Uno no sabía bien si Haydee tenía idea exacta de con quién hablaba, con un "doña" o una "chiquita" salía del paso y continuaba dando y registrando información siendo el pulso incansable de la ciudad.

Después, ENTEL, los número de cuatro cifras, el teléfono de plástico con el auricular cruzado sobre el disco y a la pobre Haydee que de un día para el otro y sin avisar se la llevó la prosperidad.

Nadie más tuvo esa información "de primera" que la telefonista brindaba a quien quisiera escuchar. Nadie tenía en mente su cara pero muchas veces me sorprendió el recuerdo, cuando en la cola del banco oía una voz tan conocida que inmediatamente me transportaba a la niñez.

La Tía Haydeé teje hoy perdida en la sala de un geriátrico, quizás pensando que aún escucha conversaciones de amantes que se juran amor eterno. Calladita, sin hablar testigo, como nadie, del progreso de Tandil.