14 de junio de 2017
La "Piti", como la conocían sus amigas de la infancia, tuvo una infancia sencilla y en su juventud alternó tareas administrativas en diferentes oficinas públicas con sus presentaciones como bailarina flamenca en algunos tablaos del centro porteño. Fue en El Tronío, una antigua sala de Corrientes al 500, cerca del Bajo, donde la conoció Roberto Noble. Tenía 21 años. El fundador de Clarín la llevó a trabajar a su empresa, comenzaron un noviazgo, siguieron los viajes juntos por el mundo y un casamiento a tiempo, cuando ya le quedaba poco tiempo de vida al ex dirigente socialista y desarrollista que en poco más de dos décadas había logrado llevar a su diario al primer lugar en ventas, gracias a su pluralismo político, su predilección por los deportes y la fotografía y el éxito de su sección de clasificados.
Pero el 12 de enero de 1969, con la muerte de su fundador, Ernestina Herrera pasó a ser la viuda de Noble y la heredera de un emporio que se iba a resistir a vender; prefería hacerlo crecer, como había soñado su marido. Primero entregó la conducción de la redacción a Rogelio Frigerio y Oscar Camilión, los dirigentes desarrollistas que se habían convertido en los hombres de mayor confianza de Noble en sus últimos años. En 1972, fue Frigerio quien decidió sumar como adscripto a la dirección a un por entonces joven militante platense de su fuerza, el MID (Movimiento de Integración y Desarrollo), Héctor Magnetto. Fue él quien se ganaría la confianza de Ernestina hasta convertirse en CEO y liderar la transformación de Clarín en un gigante multimedio, con radios, revistas, canales de TV, cableoperadoras, compañías de datos y telefónicas.
Mientras su empresa no paraba de crecer, Herrera de Noble debió afrontar una doble batalla judicial. Una, por la herencia, con Guadalupe (Lupita), la hija de del primer matrimonio de don Roberto. Las broncas y rencores prolongaron la disputa durante más de dos décadas, hasta que lograron alcanzar un acuerdo económico, sellaron la paz en los tribunales, y Ernestina fue confirmada como única titular del Grupo.
La segunda, aún más dolorosa, fue la disputa pública manoseada por intereses políticos sobre la identidad de sus dos hijos adoptados en 1976, Marcela y Felipe.
Desde el retorno de la democracia fueron varios los rivales políticos y mediáticos del grupo Clarín que agitaron periódicamente la versión de que podrían tratarse de hijos de desaparecidos.
Algunas denuncias interesadas avanzaron lentamente en la Justicia, hasta que Abuelas de Plaza Mayo hicieron suyas las dudas y se presentaron junto a dos querellantes, Carlos Miranda y Estela Gualdero, quienes creían que Marcela y Felipe podrían ser los hijos de sus hermanas desaparecidas.
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Datos extraidos de Casas de Hoy