28 de mayo de 2017
Esta es mi querida y humilde carrindanga (ver fotos). Hace medio año renuncié a mi trabajo en el Estado (Universidad) y puse una carpintería, o sea que mi auto tiene doble función: herramienta de trabajo y vehículo para mí y mis dos pequeños hijos. Aunque viejo y castigado, al R4 modelo 86 le hago la Verificación Técnica Vehicular cada año y porta con orgullo la oblea de VTV en el parabrisas. Eso nos cuesta -a mí y a la renola- varias evaluaciones y viajes al taller mecánico, pues de primera nunca pasa el examen. Cuesta dinero y tiempo. Así y todo, queriendo ser prolijo y legal, como buen ciudadano me esfuerzo y cumplo con la norma. Tandil no es una ciudad imponente, más o menos todos podemos conocernos. Esa "escala humana" debería traducirse en fines prácticos. O sea, un papel oficial no tendría que ser más importante que una acción humana cuando esa acción se puede constatar. Sólo hay que tener buena voluntad, la paciencia y la espera necesarias. Esos son bienes que aquí aún se podrían seguir conservando. La semana pasada en un operativo de inspección me detuvieron, me pidieron la documentación necesaria y al no portar yo el seguro obligatorio me secuestraron la renola. Aquí aclaro: la ley de tránsito 24.449 no contempla retener el vehículo por no presentar el último mes pago. Yo de esto me enteré después. (Por favor googléen "ley tránsito seguro obligatorio" y encontrarán varias notas del tipo "no es obligatorio llevar el pago del Seguro"). Nada dice de no llevar tampoco la póliza anual vigente. Yo en cambio, como única referencia, portaba el cupón del mes anterior que dice "pago cuota 3 de 6", con lo cual fácilmente se deduce que mi póliza vence recién en junio, o sea que cuento con ella a pesar de no llevarla conmigo. Yo no sabía esta ley, di por creída esta sanción y firmé el papel de la infracción con el cual me secuestraron el auto. Esto sucedió en la calle Rauch al 1700. Era el martes a las 11.15 de la mañana. Yo efectivamente podía ir hasta España y Chacabuco, donde está la productora de seguros Chiesa y buscar una copia de mi póliza. Ofrecí ir. Son 20 cuadras en Tandil. Pero, pero, pero? hubo un gran, enorme, gigantesco obstáculo para la inspección de tránsito: el operativo terminaba a las 11.30. "No lo podemos esperar", me dijo con inútil amabilidad el jefe Arana tras presentarse con un cordial saludo de manos. "Que quiere que le diga, llévelo", le dije agotados los intentos. La inspectora Sandra Ardúa (de espaldas, no queriendo salir en la foto) fue quien me realizó la infracción, puso su nombre y sello, yo la firmé y también con inútil vergüenza me preguntó si me cercioraba de dejar bien cerrada la carrindanga ("¡por seguridad!"), mientras comprobaba con sus ojos que se trataba efectivamente de un auto en estado precario y de trabajo, que yo tuve que descender en ese instante una pesada máquina de pulir pisos que venía de rentar en "Alquilo Todo", que demostraba con eso que efectivamente iba hacia un trabajo de carpintería y que, por tanto y por último, la suya era una preocupación falaz, pueril, una pregunta formal y absurda ante un trabajador independiente que estaba perdiendo su día de trabajo y su auto. Se hizo un breve silencio. "A mí me preocupan otras cosas que la seguridad", fue lo único que le dije con una sonrisa resignada. Esto que escribo ahora es una amarga denuncia pública por si a alguien le ocurrió lo mismo o vivió situaciones parecidas ante estos celosísimos guardianes de cuestiones poco trascendentes pero impactantes en la vida de uno: digo: en este caso no impidieron ningún ilícito grave, sino sólo pusieron su empeño -y el dinero de la comunidad que a ellos solventa- para castigar con la mayor rigurosidad a un trabajador que podía demostrar (con algunos minutos de tiempo, ese bien hoy tan preciado y escaso) no estar cometiendo ninguna falta. Voy a apelar ante la autoridad competente, con papeles y ley en mano. La comprensión y la sensibilidad hay que instalarlos en el centro de la vida pública para que los días no se conviertan en una sumatoria inacabable de presiones, deberes y obligaciones formales. Creo que a quienes obramos de buena fe y no cometemos perjuicio a nadie el Estado tiene que tratarnos bien y colaborar con nosotros, no hacernos la vida más difícil de lo que ya es. También digo que la insolidaridad por falta de empatía entre semejantes nos está condenando a dolores evitables. Protesto ante un Estado que con poder de policía nos tiene a nosotros, laburantes, ciudadanos de a pie, clase trabajadora, como objetivos permanentes en la mira de posibles castigos y día a día nos pone palos en la rueda de nuestra existencia.
Gustavo Primucci
DNI: 92.337.870
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