26 de agosto de 2019
"El domingo me levanté temprano para hacer las compras y me encontré con todo el frente de casa graffiteado", cuenta Diego Drysdale. Su casa no fue la única vandalizada sobre calle Guido. Varias recibieron idéntico trato.
Pero la casa de Drysdale tiene dos cámaras. Una de cada lado. Una de ellas tomó al artista en primer plano. La otra tomó la escena más amplia y es la que compartimos en esta nota. "En la otra se le ve claramente el rostro. No lo compartimos porque no sé si se trata de un menor y no quiero tener problemas", explica Drysdale.
Pero el hombre se tomó el hecho con otra filosofía. Quiere encontrarse con el pibe y tomarse un café. Saber lo que pasa por la cabeza de un joven cuando decide estampar su nombre con aerosol en el frente de una casa o un portón. Quiere entenderlo. Pero no sólo eso.
Drysdale está dispuesto a donar 100 litros de pintura, juntarse con el graffitero, elegir "una escuela, un jardín de infantes, una sala de primeros auxilios o la casa de alguien" y volcar esa vocación por la pintura a una obra de bien a un trabajo útil.
"Así despunta el vicio y le damos una mano a alguien, de paso", dice. "Me gustaría preguntarles qué les pasa por la cabeza cuando hacen esto. No los entiendo. Por ahí es el amor al arte. ¡Qué se yo!".
"Si tienen esa vocación habría que buscarles los lugares para que lo hagan, pero no así. No de esta manera donde los único que hacen es daño", añadió.
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Datos extraidos de Casas de Hoy