5 de septiembre de 2020

Sociedad

Irene, la enfermera terapista tandilense que viajó a Jujuy a poner el hombro

Irene de los Santos es tandilense, enfermera y especialista en Terapia Intensiva pediátrica. No son muchos los especialistas en este rubro. ¿Saben qué hizo hace un par de semanas? Se ofreció para trabajar en Jujuy ya que la provincia está pasando una situación epidemiológica muy delicada. Está en fase uno. Fue a la capital, al Hospital San Roque, y trabajó junto a pacientes con Covid 19. Irene ya está de vuelta en Tandil.

"La verdad que cuando me recibí, enseguida empecé a trabajar en Terapia Intensiva de adultos. Me habían dicho que tenía pasta para ser terapista. Así que mis primeros pasos en Enfermería fueron ahí.

Después, la vida me llevó a la Pediatría. Descubrí el mundo maravilloso que son los chicos. Me especialicé en Pediatría y gané la beca para hacer la residencia en el Garrahan. Y me formé como enfermera terapista pediátrica.

Desde ahí mi vida es con niños y de hecho, hoy por hoy, hago internación domiciliaria pediátrica o coordinación de equipos de trabajo en pediatría.

-Y en Jujuy ¿Trabajaste con niños o adultos?

-También para adultos. De hecho lo más cerca que estuve, de estar con niños, fue con una evaluación que hicimos en el materno-infantil para ver si podíamos inaugurar de alguna manera una terapia intensiva de adultos, porque es lo que se necesitaba. Entonces se hizo una evaluación para ver dónde y cómo colocar unas dependencias de adultos sin invadir ni contaminar a los niños.

-¿Qué es tener pasta para para ser terapista?

-No sé, qué se yo. (Risas)

-¿Nunca le preguntaste al docente que le lo dijo?

-Siempre quise estar donde la gente me necesitaba. Ya tengo muchos años de facultad y de docente, incluso hice posgrados. Y todo mundo siempre me dice ¿Por qué no fuiste médica? La verdad es que me encanta ser enfermera. A mi me gusta estar al lado del paciente, me gusta estar donde me necesita. Me gusta defender los derechos del paciente, entonces, no podría ser nunca médica.

-¿Cuánto tiempo estuviste en Jujuy?

-Estuve 15 días. La verdad, me hubiera encantado poder estar más, porque la necesidad era imperiosa. De hecho, me preguntaron si me podía quedar y la verdad es que a mi se me complicaba, porque como te dije, hago coordinación de internación domiciliaria acá y tenía todo organizado hasta esa fecha; y si faltaba se me complicaba laboralmente; no podía.

-Volviste y ahora estás en aislamiento.

-Claro. Ese es el tema. Yo estuve 15 días allá y tengo que estar otros 15 días acá, en aislamiento, como corresponde, por todos. Vine con hisopado negativo, a mí me hicieron un hisopado antes de subir al avión, antes de ir para allá -qué me lo hicieron acá el hospital- por pedido de Nación. Fui con hisopado negativo y volví con hisopado negativo. O sea, se puede demostrar que trabajando bien y conscientemente, cuidándose, uno puede preservarse y no contagiarse.

-¿Eso significa que estuviste todo el día con el equipo de protección puesto?

-No sé si el día entero. Pero en las horas de trabajo en las que estaba expuesta ante el paciente, tenía todos los recaudos sí.

Además, siempre tenía un colega Y entre nosotros nos cuidábamos mucho. "Fijate que no tenés la máscara" o "te olvidaste los guantes", "no te ataste bien el camisolín", cosas como esa. Entre nosotros también nos cuidamos. A veces te pasa que con la vorágine del trabajo, te olvidas de ponerte algo y no te diste cuenta.

-¿El equipo es completo de pies a cabeza?

-Sí, sí. Lo primero que me ponía yo, por ejemplo, era el N95 de ultra filtrado. Después nos poníamos una caperuza -para cubrir el pelo-; luego, las antiparras que estaban bien selladas para que no te entre nada.

Después de eso, nos poníamos el barbijo quirúrgico encima del N95 para cuidar el N95, porque ese barbijo es muy caro y tiene una duración de 100 horas, entonces a mí me servía los 15 días para trabajar. Después, se guarda en un sobre con papel madera y todo, se rotula y es tuyo, es personal.

Luego, nos poníamos el camisolín, los guantes y, por último, una máscara facial que cubría todo. Así que estamos tapados íntegramente.

-¿Te vestías sola o te tenían que ayudar?

-Me vestía sola. Después, tenés la técnica de cómo vestirte y cómo desvestirte para no contaminar. Tenés que ir retirando los elementos por parte -con una norma- y por cada vez que te retirabas algo, tenían que lavarte las manos con alcohol.

Te sacás los guantes, te lavas las manos con alcohol; te sacás la máscara, te lavás las manos con alcohol, el camisolín, lo mismo. Siempre así.

Teníamos terapias con habitaciones; entonces entrabas, atendías al paciente, decías todo lo que tenía que hacer y después salías; así dos o tres entradas en el turno. Pero había otras terapias, que eran abiertas, y por ahí tenías que estar 5 horas ahí adentro. Salías a tomar algo, si podías, y después volvías para terminar el turno. Era mucho más complicado porque estabas todo el tiempo con el equipo y se hacía muy pesado.

-¿Cuántos pacientes tenías a cargo?

-Por ley nos corresponden dos pacientes por enfermero... (risas)

-Claro ¿pero cuántos pacientes tenías?

-Trabajamos todos en equipo: Teníamos 8 pacientes y éramos 2 o 3 adentro, en una terapia. Trabajábamos en serie. Eso significa que uno se dedicaba a llenar todos los bláster. Otro a preparar medicación. Y así.

En algunas situaciones éramos cinco: se llamaba al médico, al kinesiólogo y a alguien más para poder rotar a los pacientes, que es uno de los tratamientos que se está utilizando ahora.

-Uno tiene la impresión de que en una terapia intensiva hay que estar atento a todo, todo el tiempo.

-Es así. Lo que pasa es que en pandemia, y con la cantidad de trabajo y lo inestable del paciente más el poco recurso humano, es difícil poder hacerlo. Lo ideal es tener los dos pacientes y vos sentada a los pies del paciente, mirando todos los controles, mirando todas las drogas, mirando si se está hipotensando, si no está orinando, ver el respirador, si le está entrando aire, si tiene secreciones, si tiene drenaje. Todo el tiempo. La verdad es esa. Lo que pasa es que a veces una cosa es lo que debería ser y otra cosa es lo que podemos hacer.

-Y además una carga de estrés por el tema de la pandemia...

-Yo siempre dije que cuando me pongo el traje de enfermera, me transformo. Y cuando me lo saco, me libero. Tengo la capacidad -los años me la han dado- de sacarme el traje y poder disfrutar. No me llevo nada a mi vida. No me cargo con nada. Hay mucha gente que, a veces, esto le cuesta.

-¿Y eso cómo se logra?

-Creo que con el yoga, la meditación. Valorar lo que uno tiene. Cuando vos valoras lo que tenés, salís de ahí y tratás de disfrutar las cosas que tenés: tu familia, tus afectos, la vida, tu hogar.

-¿Te tocaron situaciones difíciles?

-Sí muchas. Muchas donde hay que tomar decisiones, donde las decisiones las toma otro y vos te tenés que callar y decir: no coincido. Yo siempre se lo voy a decir de buena manera: "Mirá, no estoy de acuerdo con este tratamiento, me parece que se podría haber hecho esto". El otro, después, pensará, porque a veces una como enfermera no puede tomar decisiones. Vos podés consultar con el otro, pero depende también del otro. En Salud en muy importante el equipo. Por ahí esto no se logra en todas las instituciones y más cuando no te conocés con el otro. Es complejo y de hecho a veces entre los mismos colegas tampoco se trabaja en equipo.

Y eso es fundamental. Yo siempre digo que nadie es más que el otro, desde la enfermera hasta la médica, todos tenemos el mismo rol de importancia. Todos somos profesionales y todos estamos para el paciente.

-¿Cuántos días estuviste en Jujuy?

-Estuvimos 15 días y teníamos 40 horas de trabajo, así que trabajaba cinco días y tenía uno o dos días de franco. En eso me re-energizaba y volvía al ataque.

-¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué fuiste?

-No sé si esa pregunta me la hice. Lo que sí puedo decir, es que desde que empezó la pandemia, yo estuve en el puesto sanitario. El que me conoce sabe que estuve como dos meses en el puesto sanitario de la ruta. Dijeron 'vamos a necesitar gente para el puesto sanitario y listo', ahí estaba yo.

También tenía esto muy presente: si en algún momento llegaban a necesitar enfermeros terapistas, me voy.

Era algo interno; no se lo había manifestado a mi familia ni a nadie. Era algo que yo lo tenía como posibilidad, porque sé que hay escasos recursos de terapistas y porque sé que es re difícil que haya una enfermera terapista sin trabajar, en terapia, en este momento. Entonces me siento muy egoísta de estar acá, sentada en mi casa habiendo otro que me pueda necesitar, sean colegas, sean pacientes, sea la institución. Sentí que tenía que hacerlo. Vocación, llamalo si querés. No sé.

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