17 de abril de 2017
por
Juan Favre
El aniversario número 194 de Tandil se ha
convertido quizás en el umbral que abrirá el paso a unos pocos hombres y
mujeres de la ciudad que aspiran -o aspirarán- a ocupar el Sillón de Dufau
cuando este pueblo populoso y rico cumpla sus primeros 200 años, en 2023. Quien
quiera colocarse semejante cucarda política deberá ser el ganador de las
elecciones 2019. Y, como reza el manual, no hay 2019 sin 2017. Es decir, que aquel tandilense (nyc o por opción) que abrace aquel deseo, tendrá, este año, que empezar a mostrar sus cartas.
Anotados, hoy por hoy, hay solo unos pocos.
Buscando afanosamente la manera de instalarse en una sociedad reacia a comprar estrellas
fugaces, algún puñado más. Y soñando cada noche en "si algún día..." seguramente
habrá otro tanto.
Lo concreto, lo palpable, son estos cuatro
o cinco nombres que circulan y trabajan para llegar electoralmente enteros al
2019. A saber.
Está claro que el caballo del comisario
tiene dueño y se llama Miguel Lunghi. Dicen quienes lo frecuentan que más allá
de proclamar -y reclamar- la necesidad de la alternancia como base de una buena
democracia, el hombre repasa orgulloso sus casi cuatro gestiones y está cada
día más convencido (algunos definen "encaprichado") de que se merece quedar en
el bronce como el jefe comunal del 4 de abril de 2023, apenas unos meses antes
de cumplir los 80 años. Por lo pronto, ya blanqueó que si la "biología" se lo permite, estará en carrera.
Néstor Auza es el otro actor del tablero
político local que mantiene intactas sus aspiraciones, y para hacerlo puede
mostrar innumerables pergaminos académicos, institucionales y de gestión de
políticas públicas. Pero sigue sin encontrar, en esa amplia avenida que ofrece
el peronismo, un espacio político partidario que lo contenga y lo abrace como
un candidato indiscutido. Con bajo perfil, comenzó a "caminar" para volver a
intentarlo y agregar al emblemático 2023 aquel ya lejano galardón: ser el primer
egresado-rector de la Universidad Nacional del Centro..
Otro bicho raro de la política que asoma en
un terreno donde no crece ni la gramilla es el mediático Mauricio D'Alessandro.
Su histrionismo y permanente desapego a los ritmos clásicos que marca la
política, hacen descreer a más de uno que su deseo de convertirse en concejal este
año para después, en 2019, pelear por la intendencia, no es más que una
participación humorística en su declamada condición de "panelista serial".
Nadie en el mundillo político desconoce su alto nivel de conocimiento en la
gente, y él, que no es ningún tonto, azuza con la idea y se instala en el
pelotón.
A esas tres figuras adultas de la política,
cabe mencionar a dos representantes de la nueva generación: Marcos Nicolini y
Rogelio Iparraguirre.
El primero, radical, fue creciendo en
experiencia en gestión desde que, apenas con 23 años, ocupó cargos de
relevancia en las sucesivas gestiones del Gran Jefe. También ha ganado
elecciones y ello lo arropó con un aceptable nivel de conocimiento e imagen
positiva en la sociedad. Era, para la gran mayoría en el comité de la calle
Mitre, el sucesor natural. Hasta su manera de vestir y de comportarse en
público muchas veces se asimila al líder. Pero hoy, el actual concejal, estaría
experimentando la denominada "prueba del óxido", esto es intentar una
construcción político/electoral desafiando los tiempos que marca Miguel. Fiel
exponente de hombre-políticamente-correcto, Nicolini dosifica su entusiasmo, contiene
a quienes a diario le susurran "este es el momento", y sabe que el placentero
camino recorrido debe dar paso -mas pronto que tarde- a definiciones de alto
riesgo. Algunas ya tomó y mal no le fue, pero eso fue apenas el comienzo.
El caso de Iparraguirre tiene otras
connotaciones. El joven conductor de la agrupación kirchnerista La Cámpora hace
tiempo que se reinstaló en su ciudad natal con la convicción de desarrollar una
carrera política que lo deposite, algún día, en el despacho mayor de la calle Belgrano. Por
ahora se aloja en una banca de concejal, en el primer piso del Palacio. Es
joven y tiene tiempo.
De reconocido apellido tandilense (es hijo
del recordado traumatólogo Martín Iparraguirre), tiene a su favor una ferviente
militancia y una respetada preparación político/ideológica. Es un "cuadro" que
defiende con dignidad la causa de Néstor y Cristina, aún con sus
contradicciones. Y sabe muy bien que esa condición, sometida al plano de la
dinámica de la política, premia y castiga. Lejos de las mieles de una
superestructura, sin gobiernos afines en lo nacional, provincial y menos local,
Iparraguirre debe lidiar, además, con una sociedad tandilense bastante reacia a
esos jóvenes rebeldes que andan por las calles con banderas y pañuelos
"bancando los trapos". El tiempo dirá si esa quirúrgica descamporización que
inició su grupo tiene su correlato, algún día, en las urnas.
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Datos extraidos de Casas de Hoy