La ciudad. De Tandil a Turquía en un viaje de estudios

Martina Sarlingo y Milagros Muñoz se conocieron en un avión. Hasta ese momento, no tenían nada en común: se habían criado en ciudades diferentes y aunque circunstancialmente compartían universidad, no estudiaban en la misma facultad. Sin embargo, un día se sentaron una al lado de la otra, y empezaron a vivir una experiencia que las une hasta hoy.

Martina y Milagros son dos de los tres alumnos de la UNICEN ganadores de la beca Erasmus+, un reconocimiento otorgado por la Unión Europea a estudiantes extranjeros que les permitió viajar a Ankara, la capital de Turquía. Hacia allí partieron a principios de año junto a Juan Ignacio Andrés Lami para cursar durante un semestre en la Universidad Yildirim Beyazit. "Nos llevamos bien ya en el avión -recuerda Milagros-. El lazo fue muy fuerte, porque al estar los tres solos no quedaba otra que hacernos amigos, sobre todo para hablar en castellano".

En territorio turco, los jóvenes tuvieron la posibilidad de estudiar materias que no se dan en esta parte de mundo, o bien que tienen un enfoque diferente al occidental. "Fue muy interesante conocer la forma de dar una clase, que es totalmente distinta a cómo se da acá. Lo mismo pasa con los temas que se tratan en el aula". Pero como es de suponer, la experiencia trascendió los límites de una universidad: durante seis meses, tomaron contacto con una cultura desconocida, de la que los argentinos creen haber entendido algo en los últimos años, cuando la televisión local descubrió su oferta de telenovelas en el mercado internacional.

"Hay mucha ignorancia entre ambos países. Los argentinos no sabemos mucho de los turcos y ellos lo único que conocen de nosotros es a Messi y a Maradona", reconoce Martina. Su compañera le da la razón: "Si no lo vivís, no tenés idea de qué es Turquía, creés muchas cosas que no son".

El primer dato que les llamó la atención no fue la distancia entre las costumbres de unos y otros sino un curioso punto en común. "Son muy consumistas", dice Martina, olavarriense, estudiante de Relaciones Internacionales. "Al estar tan cerca de Europa, tienen acceso a muchas más marcas y productos, así que están constantemente adquiriendo".

Pero esa supuesta "apertura" no se da en todos los planos. En un país con una fuerte presencia de la religión sobre la vida cotidiana, hay costumbres arraigadas que no cambiaron con el paso del tiempo. "Allá una salida es diferente, no hay tanta vida nocturna como acá", describe Milagros, tandilense, en plena formación para ser contadora. "Tampoco hay tanta libertad para las mujeres. Su papel sigue siendo el de guardarse en casa y no salir tanto".

Si en todo pueblo la tradición pesa, en uno que lleva sobre sus espaldas siglos de historia está marcada a fuego. Y constituye un rasgo central de su identidad. En el tiempo que vivieron allá, estas estudiantes pudieron corroborarlo. "Entre los jóvenes el intercambio es bastante más fácil, no tanto así con los grandes, que aspiran a que te adaptes a ellos", comenta Martina.

Fueron seis meses lejos de casa. Con los bolsos apenas desarmados, las chicas se están adaptando a haber regresado. El tiempo de contar anécdotas aún no llegó. En sus retinas, las imágenes de aquel país todavía parecen cercanas. "Fue un enriquecimiento constante", dice Milagros, como una síntesis de aquella experiencia que irá madurando en las próximas semanas. Martina le da la razón: "Un intercambio es una oportunidad increíble que todos deberían tener".