Policiales. Cansados de los robos, dejaron la casa y se mudaron

Stefanía Escobar y su familia vivían en Juldain al 600, en Tunitas. En pocos meses le robaron varias veces. Al principio las cosas que dejaba en el patio, pero días atrás, rompieron la puerta, ingresaron y se llevaron dinero, joyas y artículos de valor. Ese mismo día decidieron mudarse a la casa de sus padres. Llamó a la policía y nunca la atendieron. Se comunicó con una comisaría de Ayacucho y desde allá lograron localizar a los efectivos de Tandil para enviarlos al domicilio.

Estaba con su pequeño de tres años en la plaza ubicada a espaldas del barrio 17 de Agosto. Cuando iban regresando al hogar vieron un grupo de vecinos mirando hacia el lado de la sierra. Y en la línea del horizonte, a dos jóvenes corriendo. Uno con una caja larga y el otro con un televisor. Estefanía no sabía entonces que eran sus pertenencias.

Llegó al hogar. Encontró rota la puerta que da al patio. Los delincuentes la rompieron levantando el panel de chapón unos 80 centímetros. Luego empujaron la heladera -que Estafanía y su esposo habían colocando contra la puerta por temor a un posible robo- y así lograron entrar. Fueron a la pieza y robaron todo lo que estaba al alcance: efectivo, unas joyas de la abuela de Estefanía, herramientas de su esposo y otros elementos de estética.

Cuando quiso comunicarse con la policía no pudo. Nunca respondieron el llamado al 101 ni a la Seccional Primera. En la desesperación "googleó" la palabra "comisaría" y le saltó el teléfono de la Seccional Primera de Ayacucho. Los efectivos de la vecina localidad se contactaron con sus pares tandilenses y mandaron el patrullero.

Algo pudieron recuperar. El televisor y un pie de un nivel láser fueron hallados tirados a unas cuadras. El resto se perdió.

La familia se mudó ese mismo día. Contrataron un flete y antes de que terminara la jornada dejaron el hogar, cansados de los robos, con miedo por la inseguridad. Estefanía no podía dejar de pensar que casi entra a su casa con el pequeño en brazos cuando estaban los delincuentes.

Se horroriza de solo imaginar ese momento.

La inseguridad en todo su esplendor. Una familia que no deja la ropa colgada porque le desaparece al otro día. Una heladera que (no) sirve de valla contra los ladrones. Un temor que se traduce en rendición y en huída. Un paso atrás más contra el derecho a vivir sin miedo al volver a casa.