21 de mayo de 2017
Quizás pueda parecer un simple e inocente juego de
palabras, pero el apellido y las acciones del presidente de Brasil, Michel Temer, que fue grabado y acusado
por los dueños del mega frigorífico JBS,
de pactar el pago de un soborno al ex titular de la Cámara de
Diputados, Eduardo Cunha, generó en parte
de la sociedad Argentina, una reacción
que inevitablemente puede sacudir nuestra alicaída economía.
Es que a esta altura de los acontecimientos, los
argentinos nos hemos transformado en especialistas del Temer. Les aseguro que ahora
no estoy hablando del cuestionado Jefe de Estado que seguirá aferrado al sillón
presidencial a pesar de los millones de habitantes que piden en las calles su renuncia,
sino a esa "insana" costumbre que ya parece formar parte de nuestro ADN, y que
termina siempre socavando nuestra economía y por supuesto nuestro delicado
entramado social.
Claro que quienes conducen y han conducido el destino
de nuestra Tierra, no han sido precisamente especialistas en brindarnos seguridad
y tranquilidad. En las últimas décadas, la Argentina
acopia un record de crisis a nivel mundial y muchas de ellas fueron
desencadenadas por factores exógenos.
En este sentido, este nuevo temor a una crisis, es aún
más entendible si se tiene en cuenta que la relación con el vecino país no es
menor. Con un intercambio por USD 22.500 millones, Brasil es el principal socio económico de la Argentina. Vendemos a los amantes de la lambada casi el 20 % de
todo lo que exportamos al mundo.
Para colmo de males, el clima económico en la tierra de
la caipirinha no
es esperanzador. Brasil está en
recesión y es probable que con estas noticias se profundice. Registro una
recesión de casi 4% en 2014, y otra de 3,6% en 2016. Este año estaba empatado y
se encaminaron reformas muy ortodoxas, como el techo al gasto público por 20
años y las reformas laborales y jubilatorias.
Una de las peores características del terremoto que
sufre Brasil es que la solución
legal a esta crisis institucional es de enorme complejidad. La Constitución del
país sudamericano -un sistema presidencialista- no prevé la celebración de
elecciones anticipadas antes de los comicios previstos para octubre de 2018. Y
en caso de una hipotética renuncia de Temer,
ahora sí hablo del Presidente denunciado, sería el ya de por sí desacreditado
Congreso el encargado de elegir a un nuevo jefe del Estado para que completara
el mandato.
Pero volviendo a nuestros miedos y sus efectos, debo
decir que adhiero al pensamiento del sociólogo Zygmunt Bauman, quien manifiesta que: "Nuestros miedos son
líquidos, se nos pegan y se nos despegan dependiendo de quién nos los intente
vender: la política o la economía". Esta liquides a la que se refiere el
intelectual polaco, parece tangibilizarse en esta tendencia un tanto histérica
a refugiarnos abruptamente en el dólar. La moneda estadounidense acumuló tres jornadas
consecutiva de suba, pero esta vez es fue la fuerte devaluación del real brasileño la que impacto de lleno
en el mercado local.
El "efecto Temer" es el tercer shock externo que impacta en el
mercado cambiario desde la asunción de Federico
Sturzenegger como presidente del Banco Central, considerando los anteriores
Brexit y elección de Trump. En esas
dos oportunidades, el tipo de cambio llegó a subir hasta 7%, pero luego se fue
desinflando.
Como si fuera poco, con las elecciones a la vuelta de
la esquina, algunos inescrupulosos se montaran en este posible fantasma para
generar más temor, incertidumbre y espanto aun, porque como bien sabemos
primero es necesario que nos inoculen el pánico, para después ofrecernos la
codiciada protección.
Enfundados en la misma soberbia con la que nos dijeron
que debíamos parecernos a Brasil, y que
ese era el Modelo a seguir, ahora sentenciaran, sin ni siquiera sonrojarse, que
no debemos emular ni un instante al gigante de América del Sur.
Así,
sin ni siquiera poder predecir que va a pasar con la suerte de Sr. Temer, hombre y apellido que tanto
miedo infunde en la región, amaneceremos día a día, abrazados a dos únicas posibilidades.
Por un lado, embriagados de ese doloroso pasado de crisis y carencias, podemos acurrucarnos
a esperar ese cimbronazo que quizás nunca llegue. Pero tal vez y sólo tal vez,
en esta oportunidad, podríamos aferrarnos con bravura a la cita que acuñó la audaz
y valiente física francesa Marie Curie:
"Nada
en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de
comprender más, para temer menos".
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Datos extraidos de Casas de Hoy