07/06/2023

Cultura y espectáculos

La obra de Christian Vogrich en Diagnóstico Médico de Martino

Diagnóstico Médico de Martino aloja en sus dos sedes la obra de Christian Vogrich. Los trabajos del destacado artista tandilense atrapan la mirada. Generan curiosidad y asombro. En esta oportunidad, además, permiten seguir su evolución desde el año 2002 a la fecha, en una suerte de retrospectiva.

Su primera exposición individual fue 2004. Desde entonces, el trabajo fue dando cuenta de su desarrollo como artista, pero hay algo que permanece como marca de agua: su inclinación por el realismo, ese estilo inagotable y siempre vigente en la historia de la pintura.

Vogrich recuerda los primeros años de trabajo, cuando el celular apenas servía para una llamada telefónica y tener una cámara fotográfica profesional con rollo no estaba al alcance de todo el mundo. Entonces, era todo un desafío componer el modelo de la obra apelando a imágenes de revistas y armando los fondos como un collage.

"Por eso, las primeras pinturas tenían cierta dureza. Ese ensamble no era totalmente natural. Después, con el tiempo, fui aprendiendo a integrarlo, a darle cierta armonía", reconoce.

Luego, llegó la posibilidad de contar con modelaje en vivo y de tomar fotografías (aunque a veces servía una sola foto de todo el rollo). Aun así, componer los filtros, las luces y los colores era un trabajo muy artesanal. Y todo eso antes de posar siquiera el pincel sobre el lienzo.

"Parece que estamos hablando de la prehistoria, pero todo lo que hoy es muy común en un celular o con un programa de edición de fotos, antes no estaba al alcance de la mano", asegura.

"Luego de la composición, cuando das el salto al lienzo, la tela te empieza a pedir cosas. Cosas que no se pueden hacerse con la tecnología ni con la Inteligencia Artificial de la que tanto se habla ahora. Y bueno, ahí viene la magia: en la pintura pasan cosas, momento a momento y, a lo mejor, la obra termina dando un giro inesperado. Agarra para otro. Te sorprende. Nada es estático en este proceso. Nada".

¿Y por qué el realismo? ¿Por qué jugarle de mano a la mano a lo evidente, al mundo real, con sus reglas, con su lenguaje?

"Es como preguntarle al que canta folclore por qué no canta tango o viceversa con el tanguero ¿no? Es un estilo que uno adopta. Yo, particularmente, disfruto mucho de otros estilos de arte. Me gusta mucho el impresionismo, me gusta también lo abstracto, pero pasa que cuando me pongo a producir algo, siempre termino sumando algo de detalle. Es como que necesito, en alguna parte, que haya un detalle para trabajar. Evidentemente es una cuestión de gusto. No hay otra cosa. Es una inclinación que va es más allá de la voluntad. Miles de veces me he propuesto hacer un cuadro con espátula impresionista -que, de hecho, disfruto cuando estoy corrigiéndole algo a alguien en el taller- pero no, yo no lo he podido hacer con mi trabajo".

"Muchos dicen: para qué vas a pintar algo con mucho detalle si para eso está la fotografía; pero creo que hay un abismo: si ponés una fotografía al lado de una pintura, por más real y detallista que sea, vas a encontrar una luz diferente. La pintura genera otra calidez", añade.

Vogrich sabe que su estilo es complejo y arduo desde lo técnico, pero más sencillo de interpretar por la persona que enfrenta la obra sin ninguno de esos conocimientos. "Yo no sé si es fácil de interpretar. Creo sí que es un código parecido al de la realidad, más familiar. Particularmente, no me gusta que la gente se guarde su opinión por creer que no entiende o que tiene que saber de arte. Eso me parece un freno y no debería ser así. Para mí, el arte tiene que ser para todo el mundo, para todas las clases sociales y para todas las personas, más allá del oficio que tengan. No debería ser tan complicado".

"Mirá lo que pasa con la música. Se presenta a un concurso una cantante lírica, pela tremenda voz, con esos altos y bajos impresionantes y a vos se te pone la piel de gallina. No importa si entendés de música lírica o no. Te llega igual. Así debería ser con la pintura", ejemplifica.

Vogrich nació en Tandil en 1978. Es autodidacta. Empezó a dibujar en el Jardín de Infantes y no paró nunca más. Un día, una maestra le hizo transformar un número dos en un patito y descubrió esa magia que todavía no se apaga. No fue a Polivalente ni a una escuela técnica. Apenas unos meses en la Escuela de Artes Visuales del Municipio. Luego, un taller de historietas, pero poco más. Lo suyo es ciento por ciento experimentación y trabajo. Muchas horas de trabajo.

Hoy, su taller es uno de los más concurridos de la ciudad. Personas de todas las edades y con objetivos totalmente dispares van a buscar el ojo experto y la mano diestra del dibujante y el pintor. Ese toque de óleo o acrílico que le da brillo a una mirada o vida a un gesto.

El tiempo que no dedica a sus alumnos, lo dedica a trabajar en una serie que tendrá una decena de cuadros, de mediano y gran formato. Lleva más de tres años trabajando en la serie "Intangible" y todavía le queda un trecho parecido. Lo dicho, el realismo lleva mucho tiempo.

Seguramente, será material para su futura muestra individual, en la ciudad. Por lo pronto, los tandilenses algo podrán ir anticipando de esta serie porque una de esas obras fue seleccionada en la última edición del Salón Nacional del Mumbat y se puede ver allí por estos días.

Por lo pronto, la obra expuesta en Diagnóstico de Martino, seleccionada y curada por Luciana Martínez Bértoli, es una gran oportunidad de conocer el trabajo de Vogrich, sus inicios, su evolución y su presente, y la vigencia de un estilo de pintura que atraviesa la historia del arte sin perder potencia.

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