Aguafuertes tandilenses

Aguafuertes tandilenses. En lo de Nario

por
Mariana Rodríguez

Poca gente vivía por allá en esos tiempos. Mis padres compraron la casa a una familia que realmente quería huir del Golf. No había gas, ni cloacas, ni agua corriente, no pasaba el basurero, no había teléfono, ni luz en la calle. El barrio estaba habitado mayormente por extranjeros: belgas, franceses, ingleses, holandeses. En invierno no era el paraíso de nadie más que el de los chicos que, bicicleta y perro mediante, jugábamos en la calle sin peligro de que nos pisara un auto, ya que "el señor Miller" andaba en un Citroën 3CV que no superaba los 20 kilómetros por hora y "Missis Lockey" salía una vez por semana a hacer los mandados, "al pueblo" como decíamos, en un fiat 1600 impecable al que tampoco multarían jamás por exceso de velocidad.

El Barrio residencial Golf estaba lleno de quintas que se poblaban en verano mientras que los jefes de hogar continuaban con su tarea laboral sin interrumpir la tarea; fuera de temporada se convertían en discretos "bulos" que asaltábamos en expediciones infantiles para instruirnos en los secretos del amor infiel.

Unos de los vecinos selectos eran "los Nario". Habían comprado "la Ventolera", la última casa antes de la "curva de la muerte" que daba a la cancha de golf donde su perro boxer "Archibaldo" robaba las pelotitas que caían cerca del perímetro de su hogar. Tenían pileta y en verano se llenaba la casa de gente, jovenes en la mayoría, y visitas extraordinarias.

Al mediodía llegaba Perla, subida a unos tacos de importante altura, siempre sonriente, siempre. Se entusiasmaba con la juventud que había "tomado por asalto" el domicilio. En realidad, yo iba con mi hermano, invitada por Flavia; y mi hermano, amigo de Gaby, iba con la banda de sus amigos, banda realmente, llamada "Iankele" que tocaban canciones a lo "Arcoíris" o "Pedro y Pablo" o del estilo de los mismísimos Beatles que por entonces seguían editando "elepés"

En lo de Hugo y Perla conocimos a Pipo Pescador, Horacio Fissher... Maravilloso músico, un tipo completamente original que con el acordeón a piano nos fascinó todo un fin de semana, mágico e inolvidable. El gordo Reyes Dávila, habitué de los domingos a la tardecita, mientras que nosotros jugábamos escondidas en el jardín.

Cuando marchábamos al colegio, las "Nario" eran la primera parada, las levantábamos a ellas, a las chicas de Ros más adelante, a Mercedes, y así llegar al Colegio de Hermanas para seguir a la Escuela Normal, donde asistían las chicas y mi hermano.

También fuimos a lo de Nario cuando lo secuestraron a Hugo durante la Dictadura. Los chicos no entendíamos bien qué era lo que estaba ocurriendo, nadie nos explicaba directamente, pero la preocupación reinaba y el mensaje del teléfono era lo más importante. Mi padre le dijo a mamá "lo secuestraron a Hugo" y la casa se llenó de amigos para acompañarla a Perla hasta que entrada la noche, supimos que lo iban a liberar.

En un almuerzo, me contó entera la historia del Tata Dios; Flavia la sabía de memoria y yo no puedo decir que en ese momento nacieron mis ganas de escribir, siempre me llenó de admiración el trabajo de investigación de Hugo.

La vida siempre nos juntaba. Ellos eran cafeteros, como nosotros. Media mañana, entrando el mediodía aparecían Perla y Hugo, de la mano, buscando mesa para leer el diario. Los cuentos de cómo se conocieron en un pic-nic cuando Hugo trabajaba en el diario del padre de Perla.

Ella que había querido ser maestra y no dio la altura y por eso estudió Derecho, en La Plata. Fue la primera abogada mujer en la ciudad y diría que hizo un trabajo realmente importante acompañando a las mujeres que decidiendo divorciarse accedían a los bienes que realmente les correspondía gracias a que ella los defendía como una leona. Ambos se amaron "a simple vista", se les notaba sobre todo la mutua admiración que se tenían.

Cuando Perla murió este año, estaba segura de que Hugo no la iba a dejar sola, sabíamos que pronto se juntarían, en donde estén, como almas gemelas que eran, tomados de la mano.

Inolvidables "Los Nario", siempre tendrán un lugar en nuestro corazón.


Foto: El Eco de Tandil

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